#MemorabiliaCAA Vicente Irarrázabal: Inauguración de arte en la zona cero

#MemorabiliaCAA Vicente Irarrázabal: Inauguración de arte en la zona cero

El artista visual Vicente Irarrázabal recuerda la inauguración de su exposición “Anomia y el fin de la desintegración social” ocurrida en medio del estallido social en Chile. Esta es su #MemorabiliaCAA.

«El jueves 26 de noviembre a las 19 horas fue la inauguración de mi exposición “Anomia y el fin de la desintegración social”. Había pasado casi exactamente un mes del comienzo del estallido social y pasaría otro mes, casi exacto, para que ocurriera el incendio en Centro Arte Alameda del que, en menor medida y guardando las proporciones, mi exposición también sería víctima.

En aquella tarde se respiraba una atmósfera extraña, nadie de los allí presentes habíamos estado en una inauguración con semejante características, de algún modo era otra cosa, era algo más cercano a una acción. Digo esto en consideración al lugar en que se encuentra el Centro Arte Alameda que, como bien sabemos, era el punto neurálgico de las protestas o la llamada zona cero. Sumemos además para imaginarnos la atmósfera y la intensidad emocional que allí se respiraba, que al mismo tiempo de darse la inauguración los rescatistas voluntarios, junto a las víctimas que salvaguardaban eran espectadores involuntarios de este evento artístico. Bien recuerdo una persona en camilla, herida con una oreja que sangraba o había sangrado la cual escuchaba, con ojos vacíos o lánguidos después del shock, las palabras que tanto Roser como yo dijimos para dar inicio a la exposición. Era un ambiente general de agotamiento, y por paradojal que sea de euforia y casi ciego entusiasmo. Todo estaba cargado de sentido, hasta lo más terrible, la aberrante y criminal violencia policial, desde este lado de la trinchera se quería sobre llevar en pos de justicia, unos la cargaban con mayor peso que otros, pero estábamos juntos: una causa da mucha fuerza y cohesión.

La inauguración no era ni por lejos una celebración; era solemne y digna, algo de pudor, algo de orgullo eran las emociones que a mí me embargaban, un orgullo no por mí, un orgullo por estar juntos, por la calidez humana, era desde ahí que surgía una extraña y nueva alegría. Tenía sentido hacer esa inauguración, porque tenía sentido estar juntos y que el arte, fuera mío o de otro, nos reuniera.

Por otro lado estaba el Centro Arte Alameda, ¿cómo no sentirse orgulloso también a nivel personal de participar en algo de lo que estaba significando aquel espacio en ese contexto? Era desde la cultura el bastión general de lucha, al menos en Santiago. ¡El arte no puede desentenderse en los momentos de crisis social, el arte no puede desentenderse en momentos de transformación social! Ese era el espíritu que nos embargaba a todos y que incluso aquellos que estaban allí de forma involuntaria sintieron y lo apreciaron. De hecho, no hubo mayor regalo que una vez de haber terminado de decir las palabras junto a Roser, se me acercara uno de los voluntarios y me abrazara. Agradecía que se hicieran eventos como aquellos en un contexto como el que estábamos viviendo. Nuevamente el pudor me embargó y enfaticé que era yo el que tenía que agradecerle; nos miramos por un momento en silencio y él sonrió, como quien comprende y acepta aquello que se le dice, pero también se calla pues no quiere romper una magia, sino más bien celebrar, ahora si, por fin en Chile, como en tantos otros momentos durante esas semanas que llevábamos de revuelta social, el sentimiento de comunión.

Pocos fueron los invitados que alcanzaron o se atrevieron a llegar; para hacerlo tenían que atravesar la riesgosa zona cero. Pero valió la pena, ellos mismos así me lo reconocieron luego, cuando recordaban el momento. Valió la pena, eso era y es lo fundamental, el Centro Arte Alameda, al mantenerse firme y no dar a torcer el brazo a pesar de los riesgos, a pesar del gran esfuerzo psíquico que significaba mantenerse en pie, bajo ese contexto, un espacio cultural que siempre fue y será contestatario, podrá decir “valió la pena”, no fue en vano. La cultura nunca muere, al destruirse el espacio físico o los cuadros de una humilde exposición, aquello es levantado y vitalizado con la memoria del pueblo que es dueño de dicha cultura. Centro Arte Alameda ahora, aún más que antes, es un patrimonio invaluable para todos. No apagaron el fuego del espíritu con el fuego de la violencia, las cenizas son abono en la tierra, nuevas y más poderosas plantas nacerán, y las raíces, las raíces ahora en todo Chile son más fuertes».

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